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lunes, 28 de diciembre de 2015

Indignado/Indiferente

Hace unas horas un amigo cercano me contó sobre el asesinato de un compañero de la U. El tema se ha vuelto cada vez más común, ya no estoy obligado a mostrarme tan sorprendido, pero logré responder un "lo siento mucho" bien intencionado. Inmediatamente después me aclaró, "lo decapitaron", porque sabía que el morbo natural de la conversación me llevaría a preguntarle los detalles. Él estaba asustado, no solo por las circunstancias, sino porque el chero es unos años menor a nosotros, colega suyo, y aparentemente una buena persona, cuesta enterarse de casos similares y no verse uno mismo en ese espejo, ¿y si me tocara a mí? Yo estaba asustado, aún lo estoy pero no tanto por el asesinato y las maneras sino asustado de mí mismo.

Durante varias horas traté de indignarme, sentir algo, que me repugnara el acto como corresponde cuando cortaron la vida de un veinteañero, me imaginé los horribles detalles, la reacción de la familia, mi propia reacción de haber sido amigo mío, o incluso mi pareja. No pude sentir nada, me sentí familiarizado con el hecho. Y eso fue precisamente lo que me asustó.

He tenido diversas pláticas similares a lo largo de mi vida adulta, la vez que balearon a la amiga de mi hermano, cuando mataron al papá de un compañero de clases, cuando desapareció un amigo de la infancia, todas las que han llevado a la misma triste conclusión de siempre, de todos nosotros y de todos los días: pobre chavo, pobre familia, pobre país. Luego un silencio confuso y la indiferencia hasta que ocurre de nuevo. Hemos sabido de muchos asesinatos, tantos como seguramente los jóvenes en países en guerra han visto. Nos hemos acostumbrado a averiguar qué tan peligroso es un lugar antes de pensar visitarlo, a escondernos el celular cuando subimos a un bus, a la paranoia de andar por una calle que no conocemos muy bien. Ya nos parece natural que se suban a asaltar en quincena y que los robos aumenten terriblemente a final de año. Y entre todo esto, sangre. Celebramos al 'terrorista' muerto (que el término terrorista se viene usando muy mal en la prensa local, bue...) como si fuera la última victoria que nos garantiza la paz absoluta y no nos detenemos a pensar en el monstruo que este país se ha convertido. 

El Salvador, todos los días.



Siendo muy francos, el salvadoreño promedio está fascinado con el tema. Ahí está el público de 4visión y similares atentos al medio hasta que sale la macabra cifra de asesinatos diarios, o los idiotas que andan proponiendo pena de muerte (en un sistema judicial tan efectivo como el nuestro, ajá) o tramitando permisos para armas a lo bestia. 

El problema de la violencia no tiene fin claro. Tan sencillo, ¿no? Nos toca irnos de acá. Pero quizás nos puede ir mejor si por unos días nos proponemos a convivir en nuestro entorno en paz. Acatando las reglas cuando manejás, no puteando a medio mundo en la calle, no tomando ventaja de otros solo porque podés, respetando las elecciones y vida de otros. Vamos que este problema no se va solucionar así nomás, pero qué bueno sería iniciar por sensibilizarnos un poco, aunque sea en las cosas más cotidianas y banales. 





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@rober_ramirez